10/12/12

Os saludo



A pesar del frío con el que nos ha obsequiado el domingo, lucía el sol en el Principado. Motivo suficiente para salir a dar una vuelta en moto. Por cierto, que las temperaturas aconsejan desde este momento vestir  con lo más abrigado de nuestro armario motero. La ruta no era tan larga como para cansarte de ir en moto, pero si tan bonita como cualquier otra de las muchas que puedes elegir en esta nuestra comunidad. Pero no es de rutas  de lo que quiero hablar hoy. Más bien de los ruteros, o para ser exactos, de algunos ruteros. A mi me han tocado los timoratos. Cada uno de los motoristas con los que me cruzaba parecían tener miedo de saludar. Apenas un movimiento de sus  manos, sin apartarlas de las manetas, para esbozar, de forma casi imperceptible, el más común de los gestos de cortesía  motera. Tal vez para no ser identificados por el nutrido grupo de rodadores de domingo, los enlatados, con los siempre señalados y conflictivos moteros. El caso es que uno tras otro apenas mostraban su intención de desearte buen viaje... La mayoría, de forma tímida, como queriendo decir…”si, si, buen viaje, pero que no sea mejor que el mío que si no me cabreo”. Sin fuerza, sin ilusión, y sin apenas girar el casco, huyendo de tu mirada. A tal punto ocurría esto, que apenas me concentraba en disfrutar de la ruta. Tan obsesionado estaba con el tema, que ni siquiera tenía ganas de pensar en las muchas idioteces que se nos ocurren cuando rodamos a velocidades seguras. ¡Y os aseguro que yo tengo una buena colección de idioteces en las que pensar cuando ruedo! Me encontraba en esa tensa tesitura cuando descubrí, junto a un pequeño bar de carretera la inconfundible silueta de un motorista. Fui deteniendo mi montura para llegar a su lado al tiempo que gritaba: “buena ruta compañero”. El pobre casi se muere del susto. Y es que tenía la necesidad de ejercer mi derecho a desplegar la tan popular “V” de los moteros. 
 
Sin dejar de mirar el retrovisor, volví a la carretera acelerando de forma constante para oír  el suave rugido de la inyección en el gran 1.900  de 4 Tiempos. Sus 100 CV  trabajaron alegremente hasta colocarme de nuevo a la velocidad permitida, y  ya contento por haberme librado del saludo que temía no poder regalar, me dispuse a disfrutar del resto de la ruta. Fue entonces, para hacer buena la ley de Murphy, cuando vi acercarse un altivo motorista, jinete sobre una Trail negra mate, que iniciaba el movimiento del brazo con la misma pasión con la que yo me prestaba a recibirlo y devolverlo. Alzamos las manos y nos miramos a través de las oscuras pantallas de nuestros cascos dejando ver de forma clara e inequívoca nuestros deseos de buen viaje en forma de signo internacional de saludo en ruta. ¡Por fin un jinete entendía que el saludo ha de ser enérgico y sincero! Lo demás, aquello que se hace por compromiso, ni es autentico, ni muestra esa hermandad que sorprende a todos aquellos que no forman parte de este nuestro mundo.
Otro día, otra ruta. Salud hermanos. Espero cruzarme con vosotros muchas veces. Vvvvsss

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