3/12/12

La Tenada


Llegue a pensar que no podría volver a salir para regalar al cuerpo con una de esas grandes comilonas. Pero ayer se me despejaron las dudas. Tras una larguísima temporada en dique seco, un grupo de amigos volvimos a reunirnos para celebrar… ¡¿que había amanecido?! En cualquier caso, y haciéndole burla a la crisis por un día, quedamos en Callezuela, capital del concejo de Illas, para acercarnos a La Tenada. Un peculiar restaurante ubicado cerca de la gran Iglesia del pueblin. La zona es preciosa, y apuntada queda para cuando el tiempo nos permita coger de nuevo las motos. No demasiado lejos de Avilés, tienes rutas para elegir, por lo que se puede convertir en un agradable paseo de cara a la primavera.
Pero vayamos al lío. La Tenada nos recibe con un cartelón en la puerta, donde suele estar el menú, que deja claro su filosofía. “Hoy tenemos lo de todos los días”. Pero es que lo de todos los días es comida de lujo. No se puede elegir. No hay cabida para las dudas, ni para ponerse  remilgado pidiendo una ensaladita de tomates, o un platín de sopa.  La mesa esta preparada con vino y casera, aunque eso si, puedes pedir otro vino de más calidad. Los camareros te saludan de forma educada y sin más, comienza el baile de comida.
Para empezar, muy de acorde con el tiempo en la calle, un par de ollas de Pote con su correspondiente compango. Se puede repetir, y así lo hicimos, hasta agotar lo servido. Y os aseguro que no es nada fácil.

Después, y sin tiempo para aburrirte en la espera, llegaron las fuentes de combinados. Lomo, huevos fritos, picadillo y patatas. Todo de primera, aunque a mi particularmente el lomo me supo a gloria... También podías repetir si te dejaban los compañeros. Tal era la calidad de la comida. 

Con el estomago pidiendo tregua, nos llegaron los callos. Suficientes para dar de comer a los seis, incluso si fuera plato único. Ricos. Ricos…
Ya casi al borde del reventón, dos fuentes de carne, una de ternera y otra de cordero aparecieron por entre las mesas, reposando sobre un lecho de patatas fritas caseras. Una visión. Ambas carnes resultaron espectaculares, aunque yo vuelvo a decantarme por la ternera.
Para terminar, nos dejaron tres clases distintas de licores. El clásico  orujo, el no menos solicitado orujo de hierbas y mí favorito, un delicioso orujo de miel. En ello estábamos cuando nos vinieron a preguntar que queríamos de postre. Ante la menciones de las ofertas, nuestros estómagos dejaron de quejarse un momento para elegir entre arroz con leche, tarta de frisuelos rellenos o queso de peral y membrillo. Yo, que adoro el arroz con leche quise probar el frisuelo, ya que el camarero  menciono que su relleno era precisamente de arroz con leche. Pero estaba acabado con una salsa de manzana caramelizada por encima que me resulto muy atractivo. ¡Un acierto! Todavía hoy recuerdo ese frisuelo. No quería acabarlo. Mi intención primera fue la de adoptarlo y llevármelo a casa. ¡Que bueno estaba!
La sobremesa y el café terminaron de redondear una comida de las que merecen la pena recordar.
Un ultimo licor en casa de Toño, de los que matan todas las bacterias que pudieras tener en el estomago, y para casa. No sin antes pasarnos por el campo del Lugones para verle perder ante la Universidad de Oviedo. ¡Una lástima!
Ya estoy deseando volver a La Tenada. ¡Ese frisuelo hay que volver a comerlo!

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