18/5/09

El camino de la nostalgia


¡¡Ahh, el Madrid de los 70, y de los 80…!!.No sé, pero últimamente me ataca la nostalgia. Lo cierto es que llevo unas semanas dándole vueltas a la historia. A mi historia. Algo intrascendente quizás, pero es esa vida la que hace de mi lo que soy en este momento. Va muy ligada a la transición, a unos años en los que, se diga lo que se diga, vivíamos bien, despreocupados, aprendiendo a cada paso. No gastábamos más de lo que teníamos, y podíamos pasear por las calles sin miedos. Recuerdo los olores, la música de las calles, ni de lejos tan ruidosas como las de ahora. Me recuerdo paseando por el centro de Madrid, a mis 17 años, buscando los rincones apropiados para besar por primera vez los pechos de una chica. Hasta recuerdo su nombre, Berta se llamaba. Pero lo que más añoro es la despreocupada relajación en la que los jóvenes nos movíamos. Asumíamos como natural el respeto hacia los mayores. La educación podía sentirse a cada paso. Eran tiempos en los que sabíamos que hacer. Una carrera, un trabajo, un familia…Todo parecía estar en orden.

Comenzábamos a saber lo que era la democracia, queríamos participar de ella hasta que los políticos nos arrebataron la ilusión. Pero esa es otra historia. La autentica, la que transcurría por mi barrio, fue más cercana. En el patio, la pandilla trasteábamos con una Montesa Cota 125. Era una moto compartida. A los tres o cuatro que la montábamos ya se nos veían los síntomas de estar pirados por las motos. Desmontábamos aquel pequeño motor por el simple placer de verlo en el suelo. En apenas una hora lo engrasábamos y lo volvíamos a montar. Al dar la patada al pedal para oír su ronroneo, nos quedábamos en silencio, apurando los pitillos robados en casa, imaginando días de ruta y maravillosas chicas Pin-Up, como las que veíamos en las escasas revistas americanas que llegaban a España.

La vida transcurría sin apenas desvíos. Éramos un grupo de jóvenes, y por lo tanto rebeldes. Nuestras miras estaban puestas no más allá del siguiente fin de semana. Entramos por primera vez al Penta y al Rock-Ola, donde había comenzado a gestarse la Movida. Escapábamos de nuestro entorno para oír a Nacha Pop, Alaska o Radio Futura. Queríamos ser unos hombrecitos y hacíamos todo aquello que nos estaba prohibido. Recuerdo un local que se llamaba el Sol, creo, donde escuche por primera vez al grupo Paraíso. Su canción “Para ti”, todavía me trae buenos recuerdos. Recuerdos de salas oscuras y humos extraños. Recuerdos de baile y copas. Eran otros tiempos. Pero hoy, tal vez por la reciente muerte de El hombre Triste, del poeta de la movida, esos tiempos vuelven a mi vida. Escucho aquellas canciones que cierta nostalgia, con la sensación de que no me importaría volver a vivir lo que por aquel entonces no supimos apreciar.

Tal vez esto ocurra porque veo como ha cambiado mi vida. Siempre tuve claro, o así lo creía yo, como iba a terminar mis días. Pero desde hace un tiempo, mi camino se aleja considerablemente de esa trayectoria imaginada. Voy encontrado otros parajes donde comienzo a moverme con cierta soltura. Otros rumbos, y al echar la vista atrás comprendo que aquel orden no va a ser, ni de lejos por el que transcurra el resto de mi vida. Hace no demasiado tiempo, agotado por la búsqueda de mi sitio, pensaba incluso en volver a la vorágine del Madrid del siglo XXI. No encontraba otra solución, pero la magia de esta tierra ha vuelto a sorprenderme tendiendo un puente que hoy me atrevo a cruzar. Otras metas, otro destino…¡otra vida!. No se donde me llevará, pero me gusta la idea de comenzar esta aventura. Hay trampas, pero con algo de suerte sabré sortearlas

3/5/09

De como pasar un buen día

Al abrir la ventana, un chorro de luz entro hasta la puerta del dormitorio, dejando ver ciertas zonas cubiertas de polvo. Mañana toca zafarrancho. Las pequeñas florecillas blancas del jardín, hay de todo menos hierba, impregnaban el aire de ese peculiar olor de aventura. Sol brillando y claros cielos presagiaban un gran día.

Cuando termine de prepararme, duchado y oliendo a desodorante, me di cuenta de que aun faltaban 45 minutos para el encuentro. Recordé entonces que Los Calaveras se reúnen muy cerca para salir los sábados. Por eso decidí ir a saludarlos. Allí estaban, Jorge, Ramón y muchos otros dispuestos a marchar para Cudillero, donde harían el primer alto para el aperitivo. Al final no coincidimos, espero que hayan tenido una buena ruta.

A las 11 llegue a Leroy Merlín, lugar habitual de reunión para los que vivimos cerca de Oviedo. Allí estañan ya, Kadio, con su flamante BMW, Valeria, dispuesta a pasarlo bien y Santi, con un par de ideas para llevar a cabo la ruta. Al mencionar Somiedo, nos comento que Josin y Nieves estaban por la zona de Cangas del Narcea y decidimos ir en su busca para subir somiedo. Los recogimos en una terraza muy agradable cerca de Belmonte y de allí, una vez pasado el puerto, nos dirigimos hacia Villablino. La ruta es para vivirla. Entre paredes verticales y curvas sinuosas, fuimos subiendo poco a poco, disfrutando del contraste sol/nieve que nos rodeo hasta culminar el puerto.

Olor a campo, ríos, pequeños pueblos donde nos miraban curiosos… ¡Todo me sorprendía! Con los sentidos abiertos y una perenne sonrisa acomodada en mi cara, disfrute de cada kilómetro, de cada instante, hasta el momento de parar a disfrutar de la comida.

Josin nos llevo a Degaña, La Casa del Gobernador. No había menú, pero se ofrecieron a hacernos un plato combinado a base de huevos fritos, ternera, lomo patatas y chorizo. Un clásico, que no por conocido tiene menos interés culinario. Una gozada. Sentados en la terraza, sufriendo un sol de justicia, dimos buena cuenta de los alimentos. Una distendida charla, falto la crema solar, y de nuevo en ruta.

Las carreteras se limpiaban a nuestro paso, y al encontrar obras en el camino, Kadio y yo decidimos cambiar las monturas. Había que probar ese petrolero. Yo lo disfruté. Sé que Kadio y Valeria se encontraron ante un muerto, una vez te acostumbras al peso te cuesta volver a los hierros, pero a mí me prestó una vez hube descubierto los secretos de los intermitentes. La ruta continuaba por la AS 15 pasando por Cangas del Narcea y un montón de pequeños pueblos que embellecían la jornada. No encontramos mucha gente en el asfalto, y eso nos ayudaba a disfrutar de cada postal. Altas montañas, valles pastores y gente de campo. Una hermosa combinación que llenaba los sentidos.


A la altura de Cornellana, cogimos la AS 16 que nos iba a llevar por Peñaullan, Carcedo, Piedras Blancas y a cada mochuelo a su olivo. En Avilés, tras una parada para refrescarnos y despedirnos, yo tire por La Miranda hasta Soto de Llanera. Una vez en casa, y con Vivaldi de fondo, recordé a mis compañeros. Ellos contribuyen cada día a que mi estancia en esta tierra sea cada día más gratificante. Poder recorrer Asturias rodeado de buena gente es sin duda un premio que sobrepasa cualquier especulación a priori.

Sentado en el sillón relax, deje que la música me llevara al sueño. Y soñé de nuevo con un día genial.