A pesar del frío con el que nos ha obsequiado
el domingo, lucía el sol en el Principado. Motivo suficiente para salir a dar
una vuelta en moto. Por cierto, que las temperaturas aconsejan desde este
momento vestir con lo más abrigado de
nuestro armario motero. La ruta no era tan larga como para cansarte de ir en
moto, pero si tan bonita como cualquier otra de las muchas que puedes elegir en
esta nuestra comunidad. Pero no es de rutas
de lo que quiero hablar hoy. Más bien de los ruteros, o para ser
exactos, de algunos ruteros. A mi me han tocado los timoratos. Cada uno de los motoristas
con los que me cruzaba parecían tener miedo de saludar. Apenas un movimiento de
sus manos, sin apartarlas de las
manetas, para esbozar, de forma casi imperceptible, el más común de los gestos de
cortesía motera. Tal vez para no ser
identificados por el nutrido grupo de rodadores de domingo, los enlatados, con los
siempre señalados y conflictivos moteros. El caso es que uno tras otro apenas
mostraban su intención de desearte buen viaje... La mayoría, de forma tímida,
como queriendo decir…”si, si, buen viaje, pero que no sea mejor que el mío que
si no me cabreo”. Sin fuerza, sin ilusión, y sin apenas girar el casco, huyendo
de tu mirada. A tal punto ocurría esto, que apenas me concentraba en disfrutar
de la ruta. Tan obsesionado estaba con el tema, que ni siquiera tenía ganas de
pensar en las muchas idioteces que se nos ocurren cuando rodamos a velocidades
seguras. ¡Y os aseguro que yo tengo una buena colección de idioteces en las que
pensar cuando ruedo! Me encontraba en esa tensa tesitura cuando descubrí, junto
a un pequeño bar de carretera la inconfundible silueta de un motorista. Fui
deteniendo mi montura para llegar a su lado al tiempo que gritaba: “buena ruta
compañero”. El pobre casi se muere del susto. Y es que tenía la necesidad de
ejercer mi derecho a desplegar la tan popular “V” de los moteros.
Sin
dejar de mirar el retrovisor, volví a la carretera acelerando de forma
constante para oír el suave rugido de la
inyección en el gran 1.900 de 4 Tiempos.
Sus 100 CV trabajaron alegremente hasta
colocarme de nuevo a la velocidad permitida, y
ya contento por haberme librado del saludo que temía no poder regalar,
me dispuse a disfrutar del resto de la ruta. Fue entonces, para hacer buena la
ley de Murphy, cuando vi acercarse un altivo motorista, jinete sobre una Trail
negra mate, que iniciaba el movimiento del brazo con la misma pasión con la que
yo me prestaba a recibirlo y devolverlo. Alzamos las manos y nos miramos a través
de las oscuras pantallas de nuestros cascos dejando ver de forma clara e inequívoca
nuestros deseos de buen viaje en forma de signo internacional de saludo en
ruta. ¡Por fin un jinete entendía que el saludo ha de ser enérgico y sincero! Lo
demás, aquello que se hace por compromiso, ni es autentico, ni muestra esa
hermandad que sorprende a todos aquellos que no forman parte de este nuestro
mundo.
Otro
día, otra ruta. Salud hermanos. Espero cruzarme con vosotros muchas veces. Vvvvsss