En Ribadesella, ciudad de encanto y bullicio dominguero, pasamos de una punta a otra ante la curiosidad de los paseantes. Éramos 12 motos y parecía un desfile organizado para el disfrute de los turistas. Gracias a un día despejado, quienes gustan de pasear por el puerto salieron a recibir los rayos de un sol escaso en las últimas semanas. Todos parecían pasarlo bien, y a ello contribuyo el paso rugiente de nuestro curioso grupo. Salvo por un par de idiotas con demasiado alcohol en el cuerpo, el aperitivo transcurrió tal y como lo recordaba de un principio. Decidimos, lo hicieron por mí, prolongar la jornada con una comida en Benia de Onis. Gracias Batu y Helena. De modo que hasta allí nos fuimos, de nuevo en manada, después de despedirnos de los muchos moteros que paraban en la misma zona.

Recogimos a mi alma gemela en Cangas y marchamos con el estomago preparado para recibir un autentico festín de sabores. En Casa Moran se come una muy buena fabada y un mejor arroz con leche. Y a ello nos aplicamos con deleite. La charla de después se prolongo hasta las cinco. Había que pensar en marchar. Pero Villaviciosa nos llamaba. Guerri quería tomar café con nosotros, ya que no pudo unirse a la comida por asuntos de familia.
Por la nacional hasta Infiesto, donde cortaríamos hacia la Villa por la encrucijada. La nueva carretera que nos mostraba un asfalto perfecto y unas curvas muy divertidas. Pero aquí se separaron las BMW´s, querían correr y el Fitu les apetecía más. En Villaviciosa volvimos a encontrarnos. Después de un cafetín y la charla correspondiente, nos despedimos. Un grupo, los que vivimos en Oviedo, decidimos cerrar la tarde en El Güelu, lugar ya conocido y en el que Fran siempre nos recibe con una sonrisa. Esta vez no quedamos a cenar. Con pena y citándonos para otra ocasión, pusimos rumbo al hogar. Fue un gran día. Gracias por hacerlo posible.
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