El
tiempo no se detiene. Y con el tiempo llega la inevitable evolución, o involución,
para según quien lo mire. Lo verdaderamente cierto es que los cambios se
suceden y en mi caso sucedió hace relativamente poco. Después de casi una década
con ella, decidí separarme de mi Dama. No hubo razón de peso, ni falta por su
parte o la mía. Había llegado el momento. Fueron años de alegrías, de viajes y
aventuras. Fueron años de mutuo compromiso. Nos cuidábamos mutuamente. Ella
grande y elegante, yo torpe y cuidadoso. Ella potente y poderosa, yo listo y solícito…Durante
este tiempo la he cuidado con mimo. La trate con respeto y admiración, haciéndola
brillar cuando correspondía. Y ella siempre me dio lo mejor de si. Hubo
momentos de dolor, recuerdo un par de caídas, y ratos de autentico jolgorio. Cuando
estrenaba gomas, o el día en el que repasamos uno a uno sus muchos cromados
hasta hacerla parecer recién salida de la tienda…¡Buenos tiempos! Fuimos
aprendiendo a confiar el uno en el otro, y nunca olvidamos lo aprendido. Pero,
al igual que hay un ciclo de la vida, hay un tiempo para el cambio de montura. Y
se presenta sin avisar, sin motivo. Simplemente llega. Y ese día llego
hace poco más de un mes. Ella necesitaba
otros retos, nuevos horizonte, algo que yo no podía darle. Y lo vimos claro.
Sin demasiadas lágrimas, aunque con bastante dolor, se fue para Galicia. Y
mientras me despedía, se sucedieron ante mis ojos años de inolvidables imágenes,
de entrañables recuerdos… ¡Y me pareció que me miraba poco antes de desaparecer
calle abajo!
Pero
La Dama hubiera
querido que guardara poco duelo. Sabía de mi pasión por las rutas y me dejo
claro que debía sustituirla cuanto antes. Y a ello me puse. Tenía entre las
cejas una máquina determinada, por insistencia de ciertos amigos que llevaba
tiempo disfrutándola, y busque la que más me convenía. ¡Pero tenía que poder
personalizarla! Hacerle pequeños cambios que la convirtieran en algo mío. Así
que me traje a casa una Varadero XL 1000 del 2006. Hay que hacerle algunas
cosas, nada importante, las justas para dejarla como nueva y sentirla mía poco
a poco. ¡Y empezamos a conocernos! Es alta, tal vez demasiado para alguien tan
chico como yo. Pero todo tiene arreglo y bajando el asiento de gel conseguí acomodármela. Más delgada que La Dama, se que no se ofende, me
siento cómodo subido en ella. Ahora ruedo muy arriba, es otra sensación. Entro
y salgo de las curvas de diferente manera. Más alegre, pero sin perder la
prudencia de la que siempre hice gala. Y consume muy poco, ¡eso me encanta! No
se si tiene nombre. Eso es algo que hay que descubrirlo con el tiempo y la
confianza. Aunque siendo alta, delgada y de poco consumir…¡La Modelo! No se, ya veremos. De momento pienso en el próximo
cambio. Un amortiguador… ¡y algunas otras cositas que la van a hacer muy mía!
La
vida no se para. Y aunque nunca olvidaré los años con Yamaha, Honda es mi
apuesta de futuro. El tiempo dirá si me equivoco, aunque por lo visto hasta el
momento, no lo creo.